Son contadas las veces en que podemos dar fe de cómo un montaje es el perfecto ejemplo de trabajo y precisión, del engranaje exacto que resulta de la comprensión de un texto y su transición al escenario, la dirección con un objetivo claro de la visión a dar vida y la mancuerna exacta con unos actores tan talentosos como comprometidos, esto y mucho más es Junio en el ‘93.

Fotografía por Charly Duchanoy ©

El trasfondo principal de este montaje viene de las memorias de Alejandro Reyes, destacado actor que se formara con Abraham Oceransky en diferentes montajes, con una apertura natural sobre su orientación sexual y que falleciera en 1996, tras vivir 3 años con VIH.

Fotografía por Charly Duchanoy ©

En las últimas etapas de su vida, habría de escribir sus vivencias mientras era parte del montaje de Mishima en Xalapa, Veracruz, texto que ahora se retoma como un indicio y apenas una inspiración a representar grandilocuentemente con un respeto tal que resulta un deleite a la vista en todo momento.

Fotografía por Charly Duchanoy ©

Se nos cuenta la vida de Junio, su perspectiva de la vida a partir de su reciente diagnóstico y el emprendimiento de un nuevo proyecto, teniendo a cuestas nuevas perspectivas y pérdidas que asimilar, casi sin tiempo para procesar, sino sólo para continuar y efectuar soluciones inmediatas.

Fotografía por Charly Duchanoy ©

Junio irá a un retiro con compañeros actores y su director, Océano, en lo que pareciera la oportunidad perfecta para desprender y aprender nuevos conceptos sobre la realidad, el cómo nos relacionamos y las decisiones a afrontar sobre las convicciones en un engaño a sí mismo.

La obra se cuenta a partir de un sinfín de guiños a la época que le da título, situándonos inmediatamente en un contexto personal, político y social, donde deberemos entenderle desde un enfoque que prevaleciera como una naturalidad en aquellos días, así es que además de conocer el montaje al que se unen los protagonistas, nos enfrentaremos a un ambiente donde la desinformación y los prejuicios, el odio van creando canales de dejo y alejamiento aún de uno mismo, esto con un aire desesperanzador para Junio, pero con el firme indicio de un tiempo de cambios y que ahora abre la conversación sobre los avances en la materia para garantizar un digno proceder.

Fotografía por Charly Duchanoy ©

Apenas se anuncia la tercera llamada, ya tenemos en escena al primer actor en una precisa y rítmica ejecución coreográfica, a la que se le unen los demás actores, que llama toda atención enmudeciendo al teatro entero e invitando a la curiosidad mantenerse alerta, misma que será saciada con cada suspiro, pues aún la más leve intención está cargada de un potente trasfondo y un porqué encaminado a construir parte de un todo de lo que estamos presenciando.

Fotografía por Charly Duchanoy ©

Aquí no hay titubeos, en cambio, hay una compañía con total compromiso de contar una historia que además es presentada de manera tan estética que da muestra de todo el esfuerzo y el trabajo detrás del montaje.

El reparto es conformado por Baruch Valdés, Miguel Jiménez, Mel Fuentes y Medín Villatoro juntos en un trabajo plausible que denota la conexión y la entrega al texto, donde imprimen toda fuerza interpretativa a los personajes definidos por Luis Mario Moncada, quien les pensara como un conjunto versátil en el que si bien tienen definido un perfil, bastarán un par de aditamentos en el vestuario para precisar diferentes personas que intervienen y aportan a la idea general, que bajo el ojo y dirección de Martín Acosta encuentran un cauce donde verter el resultado perfecto de la conjunción armónica de todas las áreas involucradas.

Fotografía por Charly Duchanoy ©

A dos semanas de despedir esta temporada, Junio en el ‘93 invita a la reflexión y la apreciación de un montaje sin más que llevarse una muy grata experiencia a casa. Se presenta en el Foro la Gruta los lunes y martes a las 20:00h. No te la pierdas.

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Fotografía por Charly Duchanoy ©