Wenses y Lala: Una carta de amor a la vida y al teatro





A lo largo del tiempo en todo medio escrito o visual, se han contado muchas historias sobre el amor y la gran intensidad con que los personajes lo sienten y los grandes relatos del sufrimiento y el camino tortuoso que deben sortear para en el acto final vivirlo, pero muchas veces se toca el tema como algo superficial o como un objetivo en la historia, caso contrario en esta obra, donde el amor es un personaje más, es un ambiente y una atemporalidad en la que los seres transitan y vienen a crear una conexión de gran significado para sí y para el espectador.

Gran sentido de la humanidad se encuentra precisamente en su humanidad y en cómo vive las circunstancias que le conforman en el día a día, por grandes o pequeñas que estas sean para entender su realidad en la manera que la va idealizando, esto sin realmente entender o prestar atención a cada pequeño momento en que se añade un dígito más al total de las experiencias cotidianas y que al final del camino, serán las que den esa valía al relato de nuestras vidas. Por ello Wenses y Lala es sobre una pareja que recuerda y comparte sus experiencias desde que se conocieron hasta la culminación de esta gran historia.

Con una concepción y escritura desde 2013, es muy grato ver cómo es una historia sin ubicación exacta en temporalidad y espacio geográfico, pues es un texto de cálido relato en el que todos podemos encontrarnos, hemos conocido a alguien, sabemos de una historia similar y simplemente podemos escucharla y adentrarnos para ser parte, ser cómplices además en una dinámica de integración donde la cuarta pared es un elemento que añade aún más viveza y un sentimiento entrañable en el público que desde que entra a su asiento, ya es parte de un ambiente, donde los actores ya esperan en el escenario recibiendo y saludando a los asistentes.

Esta obra, además, transita en el camino de la crítica social y la reflexión casual, siendo no un paraje importante para la trama, pero sí un motor de partida para definir el destino de sus personajes. Sabido es la presencia de la violencia y la inseguridad en la vida diaria y en los medios escritos y los montajes escénicos, y aún cuando la crudeza y la veracidad situacional de los hechos permea en el sentir ideológico y en el ambiente de las historias, aquí lo tenemos como un punto de inflexión y una natura de la que nace un nuevo y prometedor porvenir.

Ante el ojo más crítico habría incluso una contextualización más profunda y más territorial, pero es apenas la atención al detalle para una pieza más en el engranaje total de la máquina emocional a la que somos invitados con cada texto.

Entre la cartelera teatral, es el perfecto ejemplo de cómo hacer teatro y cómo no siempre ataviar el espacio con escenografías y utilerías en exceso es benéfico para el montaje, siendo aquí tan sólo necesaria una banca de madera y la gran calidad interpretativa de los actores, pues da un toque de familiaridad en el que somos remontados a aquellos relatos de los abuelos donde les vemos recordar con notable nostalgia las vivencias que dieran gran significado a sus días, pequeños momentos que fueron definiendo su historia de amor y que hoy suena como una meta a alcanzar, ese amor que todos quisiéramos alcanzar alguna vez y ser ese protagonista.

Adrián Vázquez y Teté Espinoza entran en la piel de Wenses y Lala, y muy pocas veces al ver una obra podemos decir con completa seguridad Ellos son, y es que realmente se apropian de sus actitudes, sus posturas, sus modulaciones y la manera en que ven la vida para entregar un trabajo sinigual que resulta gratificante al alma. Con años de amistad, en verdad se siente la complicidad y lo afianzados a sus personajes y a la dupla que da voz a un texto de la escritura del mismo Adrián, quien funge también como director, denotando una vez más su trabajo y el empeño que le impregna a cada escena, pues quienes sigan su trabajo sabrán que es alguien que no tiene límites en tocar las fibras más hondas del espectador y esto sin tanta parafernalia.

En su función de estreno a prensa, acudieron como padrinos Álvaro Cueva y César Bono, quien en el mismo teatro presenta Defendiendo al cavernícola con muy buena recepción, y al finalizar ofrecieron unas palabras, con las que Bono enmarcó una gran noche: “Llevo años actuando y hoy viéndolos siento que no he hecho teatro, hoy con ustedes soy un espectador más, gracias por su trabajo”.

Es sin duda una historia generacional que trasciende el tiempo y el público, una obra que todos deben ver, pues Wenses y Lala es una carta de amor a la vida y al teatro.

Tras su gran regreso en el Teatro de la Ciudad en noviembre y su paso por el Foro Shakespeare, regresan con una temporada prevista del 11 de febrero al 27 de marzo en el Centro Cultural San Ángel - Teatro López Tarso los días viernes a las 20:00, sábados 21:00 y domingos a las 19:00.

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Por Gualberto Ortiz para Boy4ME



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