Tres mundos que rodean a una pareja gay





Inicialmente, previo a que la historia de amor comience, tienes un grupo de amigos a los que ves con regularidad, una serie de actividades que te hacen sentirte contento contigo y ciertos hábitos que se vuelven tremendamente característicos de ti para los ojos de los demás. Luego, conoces al amor de tu vida.

Felizmente, entonces, inicias la bella historia de una nueva relación de pareja, con el corazón inflamado y tu alma retacada de las más positivas expectativas; el enamoramiento fugaz da pie al amor y al compromiso, y paulatinamente tu pareja cobra mayor importancia en tu universo personal. El o ella se convierte en tu mundo. Ahora ya no sales tanto con tus amigos, ni tienes las mismas actividades que en otro momento te satisfacían, porque ahora sales con el; tu media naranja es hoy lo suficiente para cubrir todas tus necesidades y le confías la responsabilidad de seguirlo siendo.

Esta es una historia de cuento de hadas, la pauta ideal para un taquillero guión de telenovela.

En la secuela de esta historia, deviene necesariamente lo trágico: las miradas de amor son ahora caras largas, los temas para charlar se han terminado, el aburrimiento ha entrado en la dinámica y lo que en un momento inspirara la más arrebatadora ternura, hoy no podemos ni verlo porque nos pone parados de pestañas.

¿Qué sucedió?

Pista número uno: Antes de que él o ella llegara para volverse el Romeo o la Julieta de tu existencia, tú ya tenías tu mundo de amigos definido, de actividades, de hobbies y hasta de costumbres. Cotidianamente cada cual se construye para sí un entorno similar, todo un mundo para poder desarrollarse como persona integral y llegar a sentirse exitoso. El o ella, por su parte, antes de arribar a tu vida había hecho lo mismo, tenia sus amigos, sus actividades, y un etcétera para completar el mundo que le toca. Es lo más común.

Pista número dos: Cuando miras sus ojos se te olvida el mundo, cuando el o ella mira los tuyos pasa la misma cosa, y cuando dejar de mirarse ya no se acuerdan de nada. El error de muchas parejas es que se vuelven exclusivos uno del otro y excluyentes de los demás, dado que entra en juego la fantasía de que, cuando el amor es verdadero, el otro puede satisfacer todas y cada una de tus necesidades emocionales, lo que hace al argumento de “te vas con tus amigas porque no me amas lo suficiente”, un juicio peligrosamente erróneo.

Para conservar la salud de dinámica de pareja, es indispensable que cada cual mantenga el contacto con su mundo; por mucha pasión que exista entre ambos miembros de la relación, jamás debe impedirse encontrar placer en otras compañías u otras actividades. Es a lo que podemos llamar: darse su espacio. Y teniendo cada quien su mundo, es decir, con los dos mundos previos, lo que evidentemente sigue es construir un tercero.

Vamos: mi mundo es el espacio que es sólo mío y al que sólo a veces te invito (salidas con mis amigos, conciertos, martes de café), tu mundo es el espacio que es sólo tuyo y al que a veces me invitas, en él te refrescas, reflexionas sobre nosotros y puedes ver nuestra relación en perspectiva, tal y como lo hago yo desde el mío. Y en el mundo de ambos es donde los dos tenemos el control y la injerencia de manera equitativa, se compone de fragmentos de mi mundo y de tu mundo, tales como los amigos que se vuelven comunes, las actividades que los dos practicamos o los gustos que ambos tenemos, y de elementos que van surgiendo conforme crece la relación de pareja y que tiene que ver con ambos por igual. Cuando estos tres mundos orbitan sin colapsarse entre sí, la armonía se vuelve una constante.

La importancia de tener un mundo propio, ajeno a la influencia de tu pareja, es, a una primera instancia, que proporciona algo para compartir con el o ella, y algo acerca de qué conversar; en segunda instancia, es también una fuente de éxitos (éxitos sociales, laborales y demás, que dependen sólo de ti y tu esfuerzo), que te dan la evidencia de ser alguien valioso e independiente, con lo cual apuntalas tu autoestima y minimizas las inseguridades que pueden llevarte a enfermar de celos.

El respetar el mundo personal del otro es efectivamente la mejor manera de postergar la llegada del tedio y la rutina, sin embargo, no significa que jamás vayas a ser partícipe de éste. Que te integre o tu integrarlo a las salidas con tus amigos o a tus actividades recreativas es una invitación a su mundo que refuerza la relación, es un acto de amor y consolida la pareja; pero deben recordar que finalmente es “su mundo” y “tu mundo” por separado y aún con las invitaciones tan frecuentes como ustedes lo deseen, nunca dejarán de serlo.

“Nuestro mundo” es el espacio que caracteriza a la pareja y su clave es la negociación: “a donde saldremos este fin de semana”, “de que color pintaremos la sala”, “cuando veremos a zutanito que es un amigo mutuo”, etcétera. Hay que cuidar de que este tercer mundo no se extienda al territorio de los otros dos, para lo cual es necesario establecer ciertos límites: “Sabes que yo los martes por la noche tomo café con mis amigos”, “No revuelvas el cajón derecho del escritorio que es donde guardo yo mis cosas” u otras situaciones.

Lo cierto es que uno y otro o una y otra, son dos personas con un mismo proyecto en común: el de pareja, pero no dejan de ser individuos distintos con diferentes necesidades. Respetar lo “tuyo”, lo “mío” y lo “nuestro” se trata básicamente de eso: respeto; y no hay relación entre dos personas que sobreviva sin la existencia de este poderoso ingrediente.

FUENTE: Anodis




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