Ser gay en el mundo islámico





Hablar de la sexualidad en términos generales es hablar de movimiento, energía, vitalidad. Se trata de una necesidad: como dormir, comer, respirar, alimentarse, entre otras. En las culturas orientales, como la japonesa, china e hindú, el sexo es uno de los caminos posibles para la trascendencia y el desarrollo espiritual. En el mundo occidental tenemos alguna idea de cómo funciona la maquinaria sexual como industria, reglamentada por entidades de poder que la moldean de acuerdo a intereses económicos, y sino prendamos la tele y listo. ¿Pero en el mundo islámico cómo se vive la sexualidad, o más precisamente la homosexualidad?, ya que su cultura se encuentra regida por los mantos y tabúes religiosos. Para intentar acercarnos a su conocimiento y descorrer el velo veremos que pasa en Arabia.

Pensar a la homosexualidad en Arabia implica echar luz a las dos caras de una misma moneda. Por un lado, dada la influencia de occidente, nos encontramos en Riad (su capital), con una sexualidad europeizada, donde los escritores empiezan a hablar de sexo en sus libros, a pesar de que la religión lo prohíbe, y de alguna manera, se vive un poco más natural, pero ¿hasta qué punto la sexualidad puede verse como algo natural? Ya que siempre se encuentra inserta en una cultura determinada, con sus mitos y creencias: religiosas o científicas.

Francoise Gollain en la entrevista que le hizo a Mohamed y que salió publicada en “Segundo paquete informativo sobre bisexualidad en castellano”, nos revela que casi todos los hombres en Arabia son bisexuales. Su estudio no se centra en la bisexualidad femenina porque dice que en ese país es casi inexistente.

Es necesario analizar la homosexualidad en Arabia frente a la estratificación de clases sociales. Generalmente tendemos a pensar, atravesados por nuestra cultura occidental, que los empobrecidos tienen menor acceso a la información y por lo tanto menos tolerancia a las diferencias. Esta manera de pensar no es certera en Arabia donde la bisexualidad se practica más en las clases bajas que en las medias y altas. No es un dato menor saber que el 90% de la población es carenciada.

¿A qué llamamos bisexualidad en este caso? A personas comunes que no se identifican con ningún rótulo, donde los hombres están abiertos a tener experiencias homosexuales sin compromiso afectivo, como una descarga sexual y, por ende, de placer. Estos actos pertenecen al mundo privado de cada uno y no se comentan. Las esposas no lo saben, es un secreto que se oculta.

La división de roles en pasivos y activos, ya casi inexistente en nuestra cultura occidental mutado por el de versatilidad, se mantiene rígido en Arabia. Es muy importante para un hombre saber el rol del otro, esto determinará que el encuentro se produzca o no. El acto sexual se practica sin besos ni signos de amor. Es una cópula que, desde nuestra visión podríamos decir que está más cerca del instinto animal que del deseo humano. Pero sabemos que el deseo al ser algo característico del hombre, y que siempre está atravesado por el lenguaje y sus costumbres sociales, puede tener tantas particularidades como personas hay en el mundo.

Según Mohamed, el concepto de bisexualidad en Arabia es masivo. Ven al gay pasivo como una proyección de la mujer, como un hombre que no termina de serlo. Así el sentimiento de masculinidad queda reafirmado con la consumación de “cogerse un pasivo”, y la práctica homosexual no se lleva a cabo en términos horizontales, sino de rivalidad y sometimiento.

No prosperan las relaciones a largo plazo, sino las casuales y sexuales. El compromiso y la pasión amorosa están puestos al servicio de las mujeres. La escisión queda clara: se ama a una mujer y sexualmente se goza al poseer a un puto. Así la relación no tiene nombre (no se dice que se es bisexual), tampoco se desarrolla el compromiso entre dos personas del mismo sexo. Estas relaciones comienzan a morir desde el mismo momento en que nacen.

¿Qué pasa si a un hombre musculoso y de bigotes se lo descubre chupándole la pija a otro? Es una catástrofe. El activo es apreciado frente a los ojos de la sociedad, mientras que el pasivo pierde su virilidad y reconocimiento. El que queda expuesto desciende de clase social hasta lo más bajo, que es llamarlo gay (ya veremos en nuestra próxima entrega las penas que se les otorgan y hasta dónde pueden llegar las condenas con las locas).

Queda claro que después de correr el telón de lo que pasa en bambalinas, lo que se aplaude y acepta en la cultura arábiga es la heterosexualidad. Sin embargo, de manera implícita, se aceptan a los hombres bisexuales activos. ¿Qué pasa con las mujeres? Sabemos que se tapan la cara con el “niqab” para poder ver a través de unos agujeritos al hombre que no es su marido, hermano o hijo. No pueden salir solas de la casa sin autorización. Tampoco pueden ir al teatro o al cine si no son acompañadas por sus maridos. En Arabia se siguen las costumbres islámicas de forma estricta. “El hecho de que las mujeres no estén disponibles contribuye a la existencia de prácticas bisexuales pero no lo explica todo. La causa es cultural y el Islam no va a cambiar”, concluye Mohamed.

FUENTE: SentidoG




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