Los peores consejos en la historia de la nutrición





La historia de la nutrición está llena de cosas sin sentido. A la gente se le ha dado todo tipo de consejos que desafían al sentido común.

Algunas de estas cosas no sólo son inútiles, sino potencialmente peligrosas. Y lo peor de todo es que una buena cantidad de estos consejos equivocados se siguen abriendo paso entre muchas personas.

Así, aquí presentamos los cinco peores consejos nutricionales de la historia.

1. Hay que tirar la yema del huevo… que es la parte más nutritiva

Los huevos están entre los alimentos más nutritivos del planeta. Los nutrientes de todo un huevo contienen todos los elementos necesarios para convertir una simple célula fertilizada en un pollito bebé.

Sólo hay un problema: las yemas también contienen un alto índice de colesterol. Así, la gente solía pensar que si los consumía, su colesterol en sangre también aumentaría. Por esta razón, los principales nutricionistas suelen recomendar el consumo de 2 a 6 huevos completos a la semana.

Sin embargo, la mayoría de ellos también dicen que podemos comer más huevos que esa cantidad, siempre y cuando nos aseguremos de tirar las yemas.

Esto es lo peor que se puede hacer, porque las yemas contienen casi todos los nutrientes. La parte blanca es prácticamente solo proteína.

2. Todos deben consumir una dieta baja en grasas y alta en carbohidratos.

El consejo universal de comer una dieta baja en grasas nunca ha estado basado en observaciones científicas confiables.

Originalmente, se apoyó en unos pocos estudios observacionales pobremente conducidos, experimentos en animales, y equivocadas decisiones políticas.

Incluso aunque no había evidencia de que las grasas saturadas produjesen enfermedades del corazón en ese momento (y hoy sigue sin haberla), algunos científicos estaban convencidos de que eran nocivas y de que una dieta baja en grasas prevendría problemas cardíacos.

Muchos otros estudios han llegado a la misma conclusión: la dieta que se sigue recomendando de forma principal simplemente no funciona.

La verdad es que la dieta baja en grasas está repleta de fallas. Casi cada vez que es puesta en comparación con otras dietas en un estudio termina siendo la derrotada.

Así que ya es hora de que las corrientes principales de nutrición retiren la mentira de las dietas bajas en grasas.

3. Una caloría es una caloría. La calidad de la comida es menos importante

Centrarse excesivamente en las calorías es uno de los mayores errores en la historia de la nutrición.

Es un mito que el valor calórico de las comidas es lo que más importa, y no los alimentos de donde vienen las calorías.

La verdad es que las calorías son importantes, pero eso no significa que necesitemos contarlas o incluso que conscientemente tengamos que tener cuidado con ellas. Los humanos eran más sanos y esbeltos mucho antes de saber que existían las calorías.

Es importante darse cuenta que distintas comidas tienen diferentes efectos en las hormonas y que el cerebro se centra en controlar qué, cuándo y cuánto comemos, así como el número de calorías que quemamos.

Aquí hay dos ejemplos de por qué una caloría no es una caloría:

  • Proteína: tomar una dieta alta en proteína puede acelerar el metabolismo entre 80 y 100 calorías al día y reducir significativamente el apetito y los antojos. Las calorías de las proteínas tienen un efecto diferente que las calorías de las grasas o los carbohidratos.
  • Saciedad: muchos estudios muestran que distintas comidas tienen efectos variados en como nos sentimos de llenos. Se necesitan muchas menos calorías para sentirse saciado si estas vienen de huevos o patatas cocidas, comparadas con las que provienen de productos de panadería o helados.
  • Comidas y sus calorías: Y hay muchos más ejemplos de comidas y macronutrientes que tienen una gran diferencia en los efectos sobre el hambre.

Así, el mito de que las calorías son lo que más importa para el peso (y la salud) es completamente equivocado.

4. Hay que usar aceites vegetales poliinsaturados para cocinar

Comúnmente se aconseja el consumo de aceites de semillas y vegetales que son altos en grasas poliinsaturadas.

Estos aceites, incluyendo el de soja, maíz, canola y de semillas de algodón, han mostrado en algunos estudios tener niveles de colesterol bajos.

Sin embargo, que algo baje el colesterol no significa necesariamente que pueda prevenir la enfermedad cardíaca en sí.

El colesterol es un factor de riesgo, pero hay otras cuestiones peores (como ataques al corazón y la muerte) que importan mucho más. De hecho, hay un buen número de estudios que demuestran que, a pesar de ser bajos en colesterol, estos aceites incrementan el riesgo de enfermedades del corazón.

Además, estos aceites son dañinos por un buen número de otras razones.

Están llenos de grasas poliinsaturadas, pero muchas de ellas son Omega – 6. Los humanos necesitamos comer ácidos grasos Omega – 6 y Omega – 3 con un cierto balance, el cual no se tiene si se toma demasiado de estos aceites.

Comer una dieta alta en Omega – 6 pero baja en Omega – 3 puede contribuir a inflamar el cuerpo, y esta inflamación es una de las claves que conduce a casi cada enfermedad crónica occidental.

De hecho, en un estudio sobre los aceites de canola y soja vendidos en Estados Unidos, se encontró que entre el 0.56 y el 4.2% de los ácidos grasos en ellos son grasas trans.

5. Es necesario cambiar la mantequilla natural por margarina procesada, cargada de grasas trans

La nutrición estándar ha hecho muchas cosas mal. Sin embargo, el consejo de sustituir la mantequilla natural por margarina procesada es probablemente el peor.

La margarina simplemente no es un alimento: es una mezcla de químicos que parecen y saben como uno.

La margarina incrementa el riesgo de enfermedades del corazón comparada con la mantequilla. Y lo mismo puede decirse de los aceites vegetales: muchos estudios demuestran que contribuyen a padecer problemas cardíacos. Así que tiene sentido que los evitemos si no queremos padecerlas.

Lo cierto es que cuando sustituimos comidas tradicionales como la mantequilla y la carne por pseudo-comidas procesadas, nos convertimos en personas obesas y enfermas. ¿Cuántos doctores, nutricionistas, expertos, y décadas de trabajo va a tomar darse cuenta de todo esto?

FUENTE: Hoy Verde




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