Las prácticas sexuales entre hombres que no son homosexuales





Recientemente Dan G. Ochoa escribio una serie de publicaciones sobre ¿Qué significan las siglas HSH y quiénes conforman este grupo de individuos?

En esta ocasión les va a platicar y presentar una serie de testimonios acerca de los HSH en nuestro país.

A contuniacion su articulo:

Recordando un poco lo que platicábamos hace unas semanas sobre la Teoría Queer en el que les explicaba que la diversidad de identidades sexogenéricas iba más allá de la orientación sexual de las personas, y que por lo tanto, un queer podía ser cualquier persona cuya identidad sea transgresora de las normas heterosexuales históricamente aceptadas; en esta ocasión, les platicaré sobre los Hombres que tienen Sexo con otros Hombres (HSH), pero que no se consideran homosexuales o que no embonan dentro de las conceptualizaciones de la homosexualidad socialmente adoptadas, como los gays o los bisexuales. Muchos hombres tienen prácticas homosexuales sin considerarse gays y ni siquiera asocian estas prácticas con cualquier otro aspecto de su identidad individual.

El término HSH es un asunto que va más allá de las identidades sexuales y que está más relacionado con cuestiones de clase social: gente que aunque mantenga prácticas homosexuales no se identifica como tal y que por la misma razón, no se consideran parte de la población de riesgo de contraer VIH, aún cuando practican relaciones de riesgo. Existe una estrecha correspondencia entre las identidades de género y sexuales, y el desconocimiento de los riesgos de infección entre los varones. Sin embargo, no son un grupo social con una identidad cultural o personal.

*Actualización: HSH es un término clínico adoptado por las dependencias de salud para ubicar dentro de la estadística a la población de hombres que son capaces de transmitir el VIH a otros hombres pero que no entran dentro de la población homosexual.

Pero entonces, ¿dónde encontramos a los HSH?

Una situación específica de HSH se encuentra en los casos de instituciones donde los hombres se encuentran confinados sin posibilidades de entablar encuentros sexuales o afectivos con mujeres como las cárceles o los ejércitos.

La realidad homoerótica es amplia y compleja porque el encuentro homoerótico es más abierto y fluido. En esos encuentros muchos hombres reexperimentan sus cuerpos eróticamente; se atreven a experimentar papeles y placeres en aparente contradicción con los modelos de género dominantes; significan su sexualidad bajo esquemas culturales no estigmatizantes como la amistad, la aventura masculina o enmarcan sus encuentros sexuales como relaciones de camaradería, compañerismo, juego o desmadre.

Algunos encuentros eróticos se construyen desde el inicio sin siquiera verlo como “algo gay” o perteneciente a las dicotomías del comportamiento homoerótico (activo-pasivo; macho-afeminado; dominante-dominado). Como en el caso de amigos y compañeros ya unidos por vínculos de amistad y de confianza, y que comparten su erotismo ocasionalmente como parte de una experimentación. Tal pudiera ser el caso de: amigos adolescentes, compañeros militares, roomies, primos, trabajadores agrícolas, emigrantes, mineros, reclusos o rancheros que viven temporalmente juntos… ¿Se acuerdan de Brokeback Mountain?

A continuación les presento una serie de testimonios recopilados por el autor Guillermo Núñez Noriega sobre hombres considerados HSH:

Joaquín me platicó sobre las relaciones que tuvo con su mejor amigo en el Ejército Mexicano, su CUAS (compañero único a seguir, término militar para designar a la pareja militar). Juntos pasaron los rigores del entrenamiento: “tu cuas se vuelve tu alma gemela, es capaz de dar la vida por tí y tú por él”. Sobre su vida sexual comentó que en las estancias de meses juntos compartiendo casas de campaña y caminos, es normal que los soldados se aparten un poco para masturbarse o que incluso lo hagan en grupo: “por desmadre, porque le tienes confianza a la raza”. Otros más se apartan en pareja: “la raza ya sabe cómo corre el agua y los deja ser”.Dejar ser es una divisa entre los amigos en el Ejército que constantemente se expresa como fórmula de respeto y como complicidad efectiva. “[En varias ocasiones] estábamos platicando [mi cuas y yo] en la casa de campaña y ya sacando cura me decía que nos hiciéramos una puñeta, [a lo cual yo le dije que] sí, pero luego me decía -si me ayudas, te ayudo- y sobres…”.Respecto a las relaciones de penetración comentó: “Sí, nos dábamos las nalgas, acá de compas nomás. Pero no [me penetraba], o sea el rollo era que me punteaba (estimularse eróticamente a través de la colocación del pene en el vestíbulo del ano, sin llegar a una penetración mayor y podía o no, incluir la eyaculación en el vestíbulo anal). Pero todo a la sorda, todo quedaba acá entre nosotros, entre camaradas”.

Otro tipo de encuentros pueden ser los casos en los que un propiciador del encuentro que pretende a otro sujeto no gay y el cual a primera vista podría suponer que el que intenta ligarlo es gay, homosexual o mayate; permitiendo que el sujeto ligado se abra a la experimentación de sensaciones afectivas y corporales que no se sujetan a su identidad.

Raúl es masculino, no es obvio. Aunque su vida sexual ha incluido relaciones con mujeres, Raúl prefiere a los hombres masculinos, sean gays o no. En esta ocasión me platicó que conoció a un vaquero originario de un ejido cerca de la frontera, durante la Expo Ganadera, fiesta popular en Hermosillo: “Lo ví ahí paradito, solo, viendo unos bailables, vestido de vaquero, grueso, mediano de estatura, cobrizo, me encantó el cabrón. Y ya me le acerqué, así poco a poco, para que no se asuste. Luego ya le saqué platica, lo clásico, qué hora traes, de dónde eres, por qué estás sólo, etc. El bato buena onda, pero serio, como retraído. Luego como que me aclaró que él tranquilo y nada de drogas. Yo creo que me lo dijo porque no se dio cuenta al principio de mis intenciones. Pero una vez que le hablé “poéticamente”, me invitó a orinar, ya sabes cómo se acostumbra entre los hombres de pueblo: “Me ando reventando, ¿vamos a tirar el agua?”. Cuando nos fuimos de ahí me dijo: “entonces qué, ¿te gusta la verga?”, tomándome la mano y poniéndola en su entrepierna, en su papel de machín. Pues sí, le dije, pero también la cotorreo con viejas, y el bato como que se sacó de onda y me dijo “¿a poco sí?” Luego hablamos de otras cosas muy suave y nos fuimos haciendo camaradas. [En otra ocasión] salimos y yo quise jugar el rol del machín, pero ya me agarró los huevos y me masturbó “para ayudarme”, bien buena onda el bato. Lo que pasa que ya en la convivencia se va haciendo uno camarada, pues. Yo creo que al bato le gustó que habláramos de otras cosas como de béisbol, de decepciones amorosas, de la chamba, etc. Una vez en un hotel hasta le besé las nalgas y se dejó, y cuando menos lo esperaba me di cuenta que el bato ya estaba así a todo y que me lo empiezo a puntear y el bato se dejó un rato, no acabé pero me excitó mucho, como que la curiosidad o el placer le ganó. Hasta después de dos meses me volvió a llamar [y me enteré] de que el bato es casado y hasta una niña tiene. Lo que me gusta de ese bato es que es bien masculino y que son de los que se atreven una vez o de vez en cuando, pero les da culpita”

Algunos otros encuentros pueden reproducir aparentemente alguna o varias de las dicotomías activo-pasivo o dominante-dominado, sin embargo, la práctica erótica es un acto transgresivo, es decir, el dominante busca ser dominado: un sujeto simbólicamente activo que se atreve a experimentar contactos corporales o prácticas sexuales que transgreden en mayor o menor grado, los supuestos de género y sexuales dominantes para su posición identitaria. Por ejemplo, el caso de los hombres masculinos que buscan ser penetrados por travestis.

Gildebrando es alto y blanco, originario de una región rural y de extrema pobreza de Sonora, de alto nivel académico, conversador inteligente, lúcido y lúdico. Para Gildebrando solo hay dos categorías: joto y hombre. A los hombres les gusta coger, lo que sea, incluso a los jotos. Considera que los mayates son una categoría intermedia entre joto y hombre: “los meramente mayates, se enamoran de los jotos y mantienen relaciones con jotos, pero son masculinos”. “Una vez me encontré a un mayate, pero resulta que en un momento quiso que yo me lo cogiera -yo, un joto-, y yo ¡pues no! Yo soy meramente joto, a mi no se me para como para cogerme a un hombre; y lo más chistoso es que este hombre me dice: “¿y si yo te la meto para que se te pare?”. O sea, ve qué chistoso ¡el hombre quería metérmela para que se me parara, para que luego yo me lo pudiera coger a él”.

Resulta un reto saber cuáles elementos culturales, cognitivos, emocionales se ponen en juego para hacer posibles estas transgresiones dentro de un ambiente social homofóbico. Aunque existen dos factores fácilmente identificables: por una parte, la semiinconsciencia producida por el alcohol (los clásicos compadres) y, por otra, quienes con plena consciencia, gozan, aceptan sus aventuras eróticas y logran integrarlas en sus vidas de manera más que ocasional. Entre ambos factores prevalece el arrepentimiento momentáneo y los placeres que incitan a la reincidencia.

En medio de los extremos del sexo impersonal y anónimo, y el vínculo amoroso, de pareja, se instalan la amistad y la camaradería, la complicidad de quienes alguna vez “tuvieron que ver” o “hicieron desmadre” juntos. Su transgresión es innombrable, porque lo hacen al margen de los nombres provistos por el patriarcado: heterosexual, joto, homosexual, gay, bisexual, mayate. Al llamarse simplemente hombres amplían el campo semántico del término y, con ello, el carácter socialmente construido de la hombría misma, así como sus posibilidades de intimidad.

Así que si alguna vez escucharon esas historias de los compadres que se la chupaban todas las noches… la botella de tequila, sabrán que esos compadres tan machos y tan camaradas, son la representación social de los HSH.

FUENTE: Dan G.Ochoa




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