Esta semana se lleva acabo la Conferencia Internacional sobre VIH (AIDS 2018)





Cientos de lazos rojos decoran estos días la capital de los Países Bajos; en sus tranvías y en carteles de las calles de toda la ciudad hay un mensaje: “Sida: un millón de muertes al año. Población de Ámsterdam: 900.000”. La ciudad acoge desde este lunes y durante toda la semana la conferencia internacional sobre VIH (Aids2018), uno de los mayores eventos sobre salud que se celebran en el mundo.

Más de 15.000 personas —entre las que hay 800 periodistas de todo el mundo— estarán presentes en una cita que combina la exposición pública de los últimos avances médicos y científicos contra la enfermedad que ha sido durante años la infección más letal del mundo —desde hace tres la tuberculosis se cobra más víctimas— con un importante componente de la sociedad civil. Si algo bueno tiene el sida, es que es capaz de movilizar por una misma causa a cientos de organizaciones que luchan por el acceso equitativo a un tratamiento que convierte este mal potencialmente mortal en una enfermedad crónica y que se rebelan contra el estigma y la criminalización de quienes la sufren. Un ejemplo el de ciertos países de oriente próximo. Omar Sharif Jr., el nieto del célebre actor, presentó la gala de inauguración: "Fui la primera personalidad pública que se declaró gay en mi región [es procedente de Egipto]. No es fácil, como sucede con los portadores del VIH, sufrí insultos y amenazas de muerte". Como dijo en el acto Peter Reiss, presidente local del congreso, "es tan necesaria una vacuna contra el virus como contra el estigma que produce".

Uno de los grandes focos de la conferencia de este año será precisamente la problemática de los colectivos más vulnerables, que pese a que representan un porcentaje muy pequeño de la población, acumulan en todo el mundo alrededor del 45% de las nuevas infecciones. ¿Quiénes forman parte de ellos? Como explica Chris Beyrer, expresidente de la Sociedad Internacional del Sida (IAS, por sus siglas en inglés, organizadora del congreso), son aquellos en los que el virus tiene una gran presencia y que sufren dificultades para acceder a los servicios básicos de salud y prevención. La definición, por tanto, varía en función del país, pero en muchos de ellos incluyen hombres que tienen sexo con hombres, transexuales, presos, trabajadores sexuales y drogadictos que se inyectan.

En un reciente informe de que la situación es “preocupante” por falta de financiación y una cierta “complacencia”, Adhanom calificó de "muy difícil" alcanzar el objetivo 90-90-90 para 2020.

Esto es lograr que el 90% de los seropositivos conozca su condición, el 90% de ellos la trate y, de estos, el 90% tenga una cantidad ínfima de virus en la sangre. Conseguirlo sería el camino para terminar con la epidemia, puesto que se reducirían drásticamente las infecciones. Sin embargo, como ha recordado el director de la OMS, hoy en día hay en tratamiento poco más de 21 millones de personas. “Haría falta ocho millones más en menos de tres años; no digo que sea imposible, pero tendríamos que ser muy agresivos para conseguirlo”, puntualizó.

Nuevos tratamientos

Los tratamientos contra la enfermedad también tendrán gran protagonismo estos días en Ámsterdam. Ya han gozado de él en algunas de las conferencias previas a la inauguración oficial, como por ejemplo en la primera sesión de expertos de la Organización Mundial de la Salud. El protagonismo fue doble. Una manifestación de mujeres que recorrió las instalaciones y llegó hasta el atril reclamando acceso al último de los fármacos, el dolutegravir (DTG), y la actualización de las guías de la OMS en el caso de las mujeres para incluir las novedades de este producto. "Estamos aquí para oír a la comunidad", dijo después de que dos de las manifestantes leyeran un manifiesto el presidente de la mesa, mientras se proyectaba un cartel que decía: "Damos la bienvenida a las protestas en AIDS2018. Apoyamos la libertad de expresión como una parte principal de la lucha contra el VIH y el sida".

Y es que ya se puede hablar de una medicina personalizada también en el VIH. No solo por los casos en que hay predisposición genética para que unos medicamentos funcionen mejor que otros. En este caso, es la salud sexual de la mujer el determinante. En concreto, la OMS apoya que se usen combinaciones con el DTG en mujeres adultas, niñas o jóvenes, con una excepción: que estén en situación de quedarse embarazadas, por edad y porque no toman anticonceptivos.

Como ha explicado Lynne Mofenson, de la Fundacion Elizabeth Glaser para el sida pediátrico, esto se debe a que se ha detectado un problema en la formación del tubo neural de los fetos mayor en las mujeres que tomaban este medicamento antes de quedarse embarazadas que sí utilizaban otra combinación."Ningún tratamiento tiene riesgo cero en el embarazo", insistió Mofenson. Comparado con el tratamiento estándar actual (y el más seguro, según los estudios), el riesgo de anomalías es del 12%, por el 10% entre las mujeres que no toman esa medicacion. Pero lo importante ahora es que se puede elegir (aunque aún muchas mujeres no tienen acceso a ese ni a otro tratamiento). El DGT del laboratorio VIIV, que ha invitado a EL PAÍS a este congreso, es sencillo de tomar y tiene menos efectos secundarios, pero este estudio sobre los daños en el tubo neural de los fetos obliga a reevaluar su uso.

Es un exponente de los medicamentos de última generación, con muchos menos efectos adversos, lo que permite adaptarlos también al uso pediátrico, como ha expuesto Martina Penazzoto, de la OMS, y pueden servir para que los y las adolescentes infectados no abandonen la medicación, que es uno de los problemas para la adherencia al tratamiento, y que sean indetectable cuando empiezan a tener relaciones sexuales.

Médicos sin Fronteras ha aprovechado la conferencia para pedir a VIIV que acelere la disponibilidad de este medicamento en los países en desarrollo. "Los casi dos millones de bebés y niños de todo el mundo que viven con VIH no deberían tener que conformarse con un tratamiento peor cuando existe uno mejor", asegura en un comunicado David Maman, coordinador médico de la ONG en Malaui.

FUENTE: El Pais




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